Wilfredo Machado (Barquisimeto, 1956). Docente y escritor venezolano, quien ha cultivado géneros como la narrativa y la poesía. Estudió Letras en la Universidad de Los Andes (ULA). Fue Agregado Cultural de la embajada de Venezuela en Brasil. Entre sus publicaciones destacan los libros Contracuerpo (1988), Fábula y muerte del ángel (1990), Libro de animales (1994), Poética del humo (2003), Diario de la gentepájaro (2008), Corazones sombríos y otras historias bizarras (2014) y El rey de los pobres (2017). En 1986 ganó el Concurso Anual de Cuento del diario El Nacional con el cuento Contracuerpo; en 1995 obtuvo el Premio Municipal de Literatura del distrito Federal, por Libro de animales; en 2003 fue el ganador del III Concurso Anual Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana, con Poética del humo, y en 2009 recibió el Premio del Ministerio del Poder Popular para la Cultura por la novela Diario de la gentepájaro.
Cuento que se publica íntegramente, con la autorización de Wilfredo Machado.
CONTRA EL INSOMNIO
Esa noche, como todas las noches de nuestras vidas, nos fuimos a la cama temprano. Mi mujer tomó una de esas extrañas píldoras contra el insomnio que anuncian en la televisión y se metió en la cama sin decir una palabra. Me quedé a su lado leyendo el periódico bajo la pequeña lámpara de noche hasta que la fatiga me venció y me hundí en esa tinta oscura de la inconsciencia de donde emergen los sueños. Más tarde desperté contrariado en medio de las sombras que se habían apoderado de la habitación. Apenas un tenue resplandor se filtraba a través de las persianas desde la calle solitaria. Afuera llovía con violencia. El ruido apagado de la lluvia lo envolvía todo. No sé si fue un sueño, pero sentí una cosa fría y elástica como una cuerda mojada deslizarse bajo las blancas sábanas. Aquello duró apenas un segundo. Mi mujer dormía a un lado abrazada a la almohada como sumergida en un lago intranquilo. Respiré profundo. Intenté relajarme como había aprendido en las clases de yoga. No es nada, me dije a mí mismo. Estaba a punto de dormirme de nuevo cuando encontré la enorme cabeza de la serpiente, su cuerpo erguido sobre el colchón, en mitad de la cama, acechándome desde las sombras. Quedé petrificado de miedo. No me atrevía a mover un solo músculo por temor a perturbarla. La anaconda estaba allí, sobre el lecho, tal vez huyendo del frío de algún zoológico cercano, o de la torpeza de algún coleccionista descuidado. Toda mi vida agonizaba en ese brillante resplandor de escamas que anunciaba el tiempo irremediable de la muerte. Mi mujer dormía indiferente al peligro. La serpiente estaba allí, tan cercana a ella, que se fundían en una sola respiración y un silencio. Deslizándose pausadamente con movimientos cortos y precisos, observé como el inmenso reptil se enroscó lentamente sobre su cuerpo hasta hacerlo desaparecer en un inusitado y mortal abrazo. Luego dislocó la mandíbula y comenzó a devorarla despacio. Primero la cabeza, luego los hombros, el torso, las piernas, hasta desaparecer por completo dentro del enorme ofidio. Enton - ces la temible anaconda vino a tenderse a mi lado donde se echó a dormir para iniciar la digestión. Podía ver las formas femeninas dibujadas entre los anillos concéntricos de la gran bestia que exhalaba un aliento de pantano. Permanecí inmóvil temiendo lo peor. A ratos sentía los movimientos de mi mujer que, seguramente, soñaba dormida en el interior de la serpiente. Pasé toda la noche en vela, intentando entender la extraña y absurda situación a la que me había conducido el destino, siempre tan sorpresivo y enigmático. Por la mañana, cuando desperté para ir al trabajo, la serpiente todavía estaba allí, enroscada entre las sábanas. En un gesto mecánico del amor que todo lo puede y todo lo perdona, la arropé con sumo cuidado para que no sintiera frío y le di un beso helado antes de abandonar el apartamento.
¡La serpiente es su propia esposa! ¡Qué tranquilidad sentí! No me hubiera gustado que se la engullera. Gracias, Adriana por publicar este excelente relato del escritor venezolano Wilfredo Machado.
ResponderEliminarGracias a mi queridísimo Wilfredo Machado por otorgarme la maravillosa posibilidad de compartir con los lectores del blog este excelente cuento. ¡Que disfruten su lectura!
ResponderEliminar¡Gracias por tu lectura y por tu comentario, Ligia!
ResponderEliminarEl objetivo de todo escritor que es el de atrapar al lector con la historia, fue logrado. La incongruencia de "pasar toda la noche en vela..." y "Por la mañana cuando desperté...", tal vez contenga un simbolismo que mi pobre mente no captó, como tampoco el beso frío dado por el protagonista.Espero ansioso algún comentario al respecto que me ayude a entender mejor. Gracias Adriana por tu envío.
ResponderEliminarExcelente desarrollo de la idea mujer cuaima.
ResponderEliminarPensé que cuando dijo desperté, iba a decir solo era un sueño...
ResponderEliminarMuy bueno me atrapó.