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lunes, 24 de septiembre de 2018

BAJO EL SIGNO DEL ÁVILA – Aníbal Nazoa

Aníbal Nazoa González (Caracas, 1928 – 2001). Periodista, humorista y escritor venezolano. Siendo muy joven desarrolló oficios como la carpintería, y fue ayudante en bodegas de expendio de alimentos, así como empaquetador en el diario El Universal. Desplegó una gran carrera periodística, como colaborador de los semanarios El morrocoy azul, Fantoches, El tocador de señoras, Dominguito, El fóforo (sic), La sápara panda, La pava macha y El infarto; y de las revistas El Gallo pelón, Cascabel, Elite, Momento y Semana. Además, entre los años 1955 y 1991 fue columnista del diario El Nacional (donde publicó las columnas Aquí hace calor y Puerta de Caracas, bajo el seudónimo Matías Carrasco); y de El Globo. Condujo el programa radial Entre latinos y americanos (1990). Publicó los libros Obras incompletas (1969), Aquí hace calor (1969), Las artes y los oficios (1973) y La palabra de hoy (1981). La crónica que leerán a continuación fue publicada originalmente en la columna Puerta de Caracas, y forma parte del libro compilatorio del mismo nombre, cuya segunda edición, corregida y disminuida, fue publicada en 2017.



BAJO EL SIGNO DEL ÁVILA


Carátula de: Puerta de Caracas (Fundarte - 2017), de Aníbal Nazoa
01-03-1984

Creo que fue Aaron Copland quien dijo «si existe un sonido más bello que el de cuatro cornos tocando al unísono, yo no lo he oído». Imitando al gran compositor norteamericano se puede decir que «si existe un paisaje más hermoso que el del Ávila en febrero, yo no lo he visto». Cómo se puede decir sin imitar a nadie, que no existe en el mundo ciudad alguna que cuente con un monte guardián tan maravilloso, ni siquiera comparable al Ávila de Caracas.

La belleza majestuosa del Ávila es privilegio de Caracas todo el año, todo el día y a toda hora, pero lo es en especial durante los meses de diciembre a febrero, particularmente en este último. En febrero el valle de Caracas compite con el Anáhuac por el título de la región más transparente del aire. En esta temporada la poesía es más fuerte que los reales de los señores contaminadores que compran concejales y venden jaulas-edificios para presos voluntarios, y entonces el Ávila se crece frente a un cielo impecable, cuyo azul acerado nos obliga a nosotros los ateos a creer en el gran Ceramista del Universo, con perdón de los arquitectos y de los masones.

Es precisamente al final de febrero, cuando el Ávila está en su máximo esplendor, el momento que para despedirse de nosotros escoge Manuel Cabré: sabio y feliz artista, y hombre tan generoso que mientras descendía a la tierra ejecutó para el respetable público— para los que no bajaran sino más bien levantaran la vista— su última, gran obra, un admirable Ávila en Febrero (adquirido, Pueblo de Caracas).

Manuel Cabré fue —es— un venezolano nacido en Cataluña, una de las naciones más cultas de Europa, si bien no tuvo tiempo para ser catalán porque el amor a Venezuela lo llamó desde tierna edad. El hombre levantó la vista desde muy temprano y se encontró con el Ávila, y en ese momento se firmó el pacto entre el hombre y el cerro «Manuel Cabré, pintor, mayor (no, menor todavía) de edad y de este domicilio...»

Se comprometió Manuel Cabré —y lo cumplió hasta el último día de sus 94 años de rica existencia— a ser fiel guardián de la integridad de la montaña y a ejercer su guardia a través de cuadros que siempre serían —como en efecto lo son— obras maestras.

Entonces, pues, Manuel Cabré forma parte de la noble estirpe de los defensores del Avila. No es cuestión de comentar ahora la calidad indiscutible de su obra sino más bien de reconocer su condición de verdadero confidente del Ávila, de conocedor absoluto de todas sus prominencias y oquedades, de todas sus luces y sombras, de todas sus esperanzas y suavidades, marañas y peladuras, torrentes y remansos.

Para comentar la obra plástica de Cabré hay muchos especialistas, sabios, eruditos. Para hablar de su enorme estatura ciudadana estamos todos los que no somos sino simples caraqueños. Los que, conscientes de que no hay montaña más amenazada que el Ávila, pedimos desde ahora los cuidados más delicados para los Ávilas de Cabré, porque estamos seguros de que no está lejano el día en que los reales terminen por triunfar y, ya desaparecido el Avila, sólo nos quedará Cabré. ¿Pesimismo? No: economía política.

Lo cierto es que el Ávila es el cerro más amenazado del mundo, en la mira criminal de las «Fuerzas Vivas» y sus nobles defensores se van ausentando. Ya se fue Pittier, se fue Pedro Emilio Coll, se fueron Enrique Bernardo Núñez y Aquiles Nazoa, ahora también nos deja Manuel Cabré. La computación, la técnica moderna, el dólar a 4,30 para la deuda privada externa dan muy pocas esperanzas para el hombre patriota y decente, o sea para el que realmente siente la muerte de Cabré. De todos modos, por él y por todos los ilusos que en la naturaleza han creído, volvamos a recordar las palabras de Santiago Key Ayala en Bajo el signo del Ávila:

«Nacidos del Ávila, a él vuelven. Bajo el signo del Ávila nacieron, y bajo el signo triunfaron. Sea el signo del Avila todavía por siglos, nuestro signo».

8 comentarios:

  1. Estimada Adriana: Te felicito por la labor divulgativa que te has impuesto. Gracias a ella tenemos la oportunidad de leer muchos textos que de otra manera no lograríamos leer. Saludos a tu amado esposo. Cordialmente, Chente.

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  2. Excelente artículo!. El Ávila es un cerro hermoso, una de las grandes maravillas que nos regaló Dios a todos los Venezolanos! lleno de flora y fauna que brindan esperanza al caraqueño cuando mira hacia el norte. Adriana se te extraña a rabiar! éxitos!!!

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  3. Muchísimas gracias, don Chente y Ronald, por sus lecturas y comentarios. Me alegra saber que este texto les gustó. Efecttivamente, Ronald, el cerro Ávila es un lugar muy significativo para los venezolanos, sobre todo para los caraqueños, y estando lejos es una de nuestras mayores nostalgias. Disfrútalo mucho por mí, por favor. ¡Saludos y cariños!

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  4. Excelente artículo! Me encanta el Ávila, hace varios años viví en Caracas y la ilusión de subir los domingos me hacía sentir feliz. Espero volver algún día. Saludos!

    Mi blog: unangelarte.blogspot.com

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  5. A mi también me gusta el Avila, pero me gusta al revés. En otras palabras, casi nunca veo el Avila desde Caracas. Mas bien me gusta ver a Caracas desde el Avila. Así que agarro un morral y le meto una colección de arepas rellenas, lleno dos cantimploras con agua en cualquier grifo de Llano Alto y busco uno de esos sitios secretos, míos, escondidos para ver a Caracas, lejana y silenciosa y disfruto en cambio del ruido del Avila. El tuiteo de los pájaros, el arrullo del riachuelo y el susurro del viento.

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  6. ¡Mil gracias, Mariángel y Ale, por sus lecturas y comentarios! Es genial ver cómo este texto puede activar tanta memoria, cómo nuestro Ávila puede ser siempre un gran motivo para la evocación de tantas bellas sensaciones. Desde su interior o desde su exterior, la verdad es que cada momento disfrutando el Ávila ha tenido una magia especial, y de allí el vínculo poderoso que cada persona que ha vivido en Caracas -caraqueño o no- establece con la montaña. ¡Saludos!

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  7. Con los cuentos no dejo de soñar y de nutrir mi mundo con más experiencias para poder cambiar y ser diferente cada día.

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  8. ¡Mil gracias, Orlando, por tu comentario! Espero que este espacio te permita encontrar muchos textos para seguir alimentando tus ganas de soñar. ¡Saludos!

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