Gisela Kozak Rovero (Caracas, 1963) es doctora en Letras, docente universitaria en la UCV, investigadora y narradora. Durante su ya larga trayectoria ha publicado ensayos críticos, novelas y libros de cuentos; recibió el Premio de la Bienal de Narrativa Armas Alfonzo (1997) con el libro de cuentos Pecados de la capital (2005) y el Premio Sylvia Molloy al mejor ensayo académico de la Asociación de Estudios Latinoamericanos de la (LASA) (2010) por su ensayo El lesbianismo en Venezuela es asunto de pocas páginas: Literatura, nación, feminismo y modernidad (2008). Fue finalista del Premio Miguel Otero Silva de Planeta-Venezuela 1999 con la novela Latidos de Caracas (2007) y también del Premio de la Crítica a la Novela del año (2012) con Todas las lunas (2011). El cuento que comparto a continuación pertenece al libro En rojo: narración coral (2011).
Cuento que se publica íntegramente, con la autorización de Gisela Kozak Rovero
CEMENTERIO JUDÍO (PRAGA)
La nueva cuna se descubre en lápida
que mece un canto maternal, terreno.
Ida Gramcko
Se siente como una simple turista maravillada por la belleza de esta ciudad y no como una mujer cuyo padre nació aquí; ajena a la lengua, el pasado, las costumbres, las penalidades o los logros, solo un apellido en su pasaporte atestigua un vínculo que a nadie, ni a ella misma, parece importar. Observa desde la ribera del río el perfil de la ciudad antigua lanzada al cielo como un puñado de agujas y desea una emoción genuina más allá de un hecho biográfico que ahora se le antoja sin peso real en su vida y en su sangre, un accidente, una circunstancia azarosa que la voluntad del padre –decidido a ser como los bárbaros que nada reverencian ni pasado tienen– convirtió en futilidad. Cuando conoció Ciudad de México o París se sintió radicalmente conmovida porque las conocía antes de verlas, pero frente a esta capital solo siente el interés sincero de la turista cultivada, una turista cualquiera que piensa en este momento que la bellísima ciudad no identificada que había visto en un afiche de una oficina de correos en Caracas hacía algunos meses era esta que mira ahora: la tierra de su padre nunca le perteneció ni en imágenes. Su padre huyó de los comunistas a finales de los años cuarenta, la engendró en la década de los sesenta en el siglo pasado, perdió a su madre –víctima de una bala perdida de fabricación soviética– durante la primavera de Praga en 1968, fue testigo del coqueteo de su hija menor con el Partido Comunista en 1985 y murió en 1986 sin ver la caída del socialismo rojo en su país. Cría cuervos y te sacarán los ojos, comentaba sonriente, sin escandalizarse pero con un toque de mortal ironía, respecto a la militancia política de «la más chiquita». Lo decía como si no fuera con él ni le importara especialmente. Decía que ella se parecía a su abuela, pero nunca lo ha creído: me parezco a mi madre, no a la mamá de papá, esto es una fantasía del viejo y de mis hermanas.
Está fumando. Dos policías de unos cincuenta años se acercan; le hablan en checo, ella no entiende y lo indica en un inglés desangelado; ellos entienden a medias. Passport, dicen con pedregoso acento, miran su apellido checo, abren los ojos sorprendidos, hablan entre sí, la miran despectivamente: la hija de uno que se fue. Señalan un anuncio: no se puede fumar.
Ella no es de aquí, no los entiende.
Infinitas gracias a mi queridísima Gisela Kozak por permitirme publicar este cuento en mi blog, y compartirlo con todos los lectores! Que disfruten el espacio y la lectura!
ResponderEliminarMuy logrado este cuento. Tan pocas palabras y todo lo que abarca con ellas.
ResponderEliminar