Suscribete


Deseas recibir, cada semana, las notificaciones de las nuevas entradas, envíanos un mensaje desde nuestro formulario de contacto

lunes, 7 de mayo de 2018

CANTACLARO EL HIJO DEL VIENTO - Carmen Delia Bencomo

Carmen Delia Bencomo, escritora venezolana (foto en blanco y negro)
Carmen Delia Bencomo (Mérida, Venezuela, 1923 – La Guaira, 2002). Docente, bibliotecaria y escritora venezolana. Destacó por ser Directora Fundadora del Instituto Zuliano de Cultura y Coordinadora de Cultura de la Gobernación del Estado Mérida. Escribió poesía, teatro y narrativa para niños y jóvenes, y publicó los libros Muñequitos de aserrín (1958); Rostros de Soledad (1963); Cocuyos de Cristal (1965); Los luceros cuentan niños (1967); Los papagayos (1968); El diario de una muñeca (1972); Tiempo de sombra (1977); Los cuentos del colibrí (1984); Con el camino (1986) y Cantaclaro (1997). Durante su larga y brillante trayectoria, obtuvo distinciones tales como el Primer Premio en el Concurso de Cuentos Infantiles auspiciado por el Banco del Libro (1965), con La cigarra niña; el Primer Premio de Teatro Infantil (Dirección de Cultura de la UCV, 1967) con Los papagayos; el Segundo Premio del Concurso de Poesías infantiles del Banco del libro (Caracas, 1970), con Cartilla del aire; y el Primer Premio de Cuentos Infantiles de la Universidad de Carabobo (1983), con Un cuento blanco para Mary.



CANTACLARO EL HIJO DEL VIENTO


Cansado el viento de tantas murmuraciones sobre su vida errante y el desconocimiento de muchas personas, acerca de su ayuda a la tierra, decidió una mañana hacer un pájaro.

—¡Cantará como el agua! —dijo, y llamó a la brisa, la fuente y la luna, sus amigas, para pedirles un poco de frescura, música y luz.

Varios días y varias noches inventaron plumas, unieron colores, probaron campanas y por fin el pájaro quedó listo. Le dieron por nombre Cantaclaro. El viento, la luna, la brisa y la fuente desearon que todos lo conocieran, y llamaron a la nube y ésta, al escucharlo, lloró de alegría. Una fina lluvia bañó la tierra y, como hacía un día claro, el Sol recogió su llanto y lo convirtieron en arcoiris.

Después vino la mariposa recién salida de la crisálida y cuando lo escuchó se fue a contarlo de flor en flor.

Y llegaron los niños de la escuela, quienes para acompañar sus canciones se pusieron a danzar.

Entonces la brisa, la fuente y la luna lo enviaron a la fiesta del bosque, donde ofrecían un premio al mejor cantante y a la más linda canción.

—¡Canta sin miedo! ¡Sé fuerte y valiente para sostener tu canto! —le dijo el viento.

—¡Canta siempre con voz dulce y alegre! Repite los sonidos con claridad y belleza —le dijo la brisa.

—¡Canta con la frescura del agua! —le dijo la fuente.

—¡A tus cantos agrega un poco de mi luz! —le dijo la luna.

Cantaclaro llegó al bosque donde estaban reunidos todos los pájaros y cuando le tocó su turno, lo hizo sin olvidar los consejos de su padre y sus protectoras.

Una fuente lo invitó a silbar. Detenidamente lo miró con sus ojos de agua limpia y le preguntó:

—¿Quién eres? ¿Quién te envía? ¡Silbas muy hermoso! —Y Cantaclaro calló tímido y emocionado.

—¡Tienes la magia de la luna y la frescura de la brisa! —le volvió a decir la fuente. Cantaclaro sonrió, batió sus alas y cantó con más alegría. La fuente lo llevó a presencia de la rosa.

—Rosa, este pájaro canta como el viento, la brisa, el agua.

-Lo llevaremos al árbol de la vida —dijo la rosa y lo acompañó hasta el corazón del bosque.

—¡Mira! ¡Te traemos el hijo del viento! —dijeron sus amigas— Debe ser fuerte como su padre y sus canciones frescas y suaves como la brisa, la luna y el agua —dijo el árbol de la vida, y Cantaclaro, estimulado con aquellas palabras, cantó y cantó…

—¡A mí también me gusta! —dijo el árbol de la vida.

Las hojas de los árboles, las aguas del río y las fuentes; los otros pájaros y el pueblo entero conocieron del triunfo de Cantaclaro, y él, muy contento, regresó a su casa donde lo esperaban sus padres y amigos.

—¡Hijo, vienes vencedor! —le dijeron— ¡cuánto habrás sufrido! ¡A qué duras pruebas te someterían! ¡Cuántas palabras de elogio dirían en tu presencia! Mas, no debes envanecerte. Sigue con tu humildad, siendo cada vez mejor, para que todos comprendan la utilidad del viento y la gran ayuda que prestas a los demás.

4 comentarios:

  1. Fascinante cuento que retrata la belleza espiritual de su autora, la inolvidable Carmen Delia Bencomo...Gracias Adriana por tu hermoso compartir.

    ResponderEliminar
  2. Un cuento realizado con mucha imaginación. Me encantó. Lástima que ya no esté la autora para manifestarle mi admiración por su creatividad. Estimada Adriana, gracias por compartirlo. Chente.

    ResponderEliminar
  3. Hola Adriana una bella obra, la autora expresa desde su belleza interior la belleza exterior humanizando la naturaleza...toma la belleza del Universo y la naturaleza y la relata con gran sentimiento y lo transmite...Gracias Gracias Gracias

    ResponderEliminar
  4. Gracias a ustedes, Regina, don Chente y María, por sus lecturas y comentarios. Realmente se trata de un cuento muy bello, y me alegra que lo hayan disfrutado. ¡Un abrazo!

    ResponderEliminar