Israel Centeno (Caracas, 1958). Editor, promotor cultural, docente y narrador venezolano. Su prolífica obra literaria ha sido editada en Venezuela, España y Estados Unidos, y está constituida por los libros Calletania (novela, 1992); El rabo del diablo y otros cuentos (1993); Hilo de Cometa y otras iniciaciones (1996); Exilio en Bowery (1999); Criaturas de la noche (cuentos, 2000); El Complot (novela, 2002) –traducida al inglés y publicada bajo el título The Conspiracy (2014)-; La Casa del Dragón (novela, 2004); Bengala (novela, 2005); Iniciaciones (novela, 2006); Retrato de George Dyer (novela corta, 2007); Bajo las hojas (novela, 2010); Bamboo City (edición bilingüe, 2012); Según pasan los años (2012); Jinete a Pie (2014); y La Marianne (2015). Ha sido galardonado con premios como el Premio del Consejo Nacional de la Cultura (CONAC) y el Premio Municipal de Caracas, por su novela Calletania (1992); y el Premio del Concurso Anual de Cuentos del diario “El Nacional” (2003), por su cuento Según pasan los años. En el 2009, su novela inédita Bajo las hojas formó parte de la short list del III premio Iberoamericano Planeta - Casa de América, entre 500 obras participantes. Sus cuentos han sido incluidos en antologías publicadas en España, Inglaterra y Eslovenia.
Cuento que se publica íntegramente, con la autorización de Israel Centeno.
LE BAIN (THE BATH)
Edgard Degas, 1895 – making things whit a strong accent
Carnegie Museum of Art, Pittsburgh, PA.
Muerta de miedo tal vez, despertó repitiendo esa frase. Había pasado la noche lánguida adjetivando un ajeno sentimiento llegado hasta ella, y tal como en una exhalación le rodeaba el cuello con una cuerda de piano.
Muerta de miedo tal vez, dio vueltas sobre la cama e hizo del lecho el nido donde se resguardaría de la incertidumbre. La mañana entraba avivada por la luz triste a través de una ventana excluida de la composición: los vidrios divididos por dos listones en cuatro, están manchados de tizne y grasa, es un cuarto pobre de un piso alto, cerca del teatro, en una de las calles empedradas del centro de la ciudad.
La imagen del cuerpo de una bailarina muerta, ahorcada con una cuerda de piano, caída de espaldas sobre el paño que ha tendido en el piso, al pie de la bañera, sostenida por la dueña de casa que ha entrado en el desorden de su último baño, no la ha dejado dormir. La noche anterior bailó en el escenario con la liviandad de una mota de polvo hundida en el proscenio por la gravedad; era el vuelo torpe de una pluma, consciente de las dos víctimas estranguladas por el pianista; haciéndose invisible con la danza, ella se dejaba arrebatar por el trazo del carboncillo de un voyeur.
Luego de haber girado sobre sus sábanas, debajo del cobertor durante toda la noche mientras conjuraba sus miedos con plegarias y llantos, aferrada a sus almohadas, sentía el alivio que traía la plomiza luz de la mañana, los ruidos en el patio interior del edificio. Trataba de calmarse, lo peor no había pasado, el acecho continuaba, nadie había logrado atrapar al pianista, él seguía allí a pesar de las pesquisas y las conclusiones de varios inspectores, ni con el azul ni el cobre de la pintura había sido dibujado en una celda o condenado al patíbulo; sin embargo, la claridad la reafirmó en el nuevo día y le permitió incorporarse, abandonar la anémica parsimonia de la entrega, ella no estaba destinada a morir.
El cuarto todo entró oscuro a sus ojos, el desorden y los trapos eran un vértigo de colores pasteles, pasteles sucios y difusos en la luz.
¿Qué podemos ver? El peso sobre la cama desordenada. El peso muerto de las tribulaciones y del sueño, de la mujer sola, de los temores y el espanto, el olor agrio del miedo, la intimidad defendida con los cuerpos de las almohadas, puestas por ella luego en la cabecera del camastro, en su lugar, bajo la cortina ocre, bajo la sombra del óxido sanguíneo. El baño es un ritual, es otra danza y tiene sus ritmos.
La bailarina se mantiene en movimiento, a pesar de saberse contemplada desde algún punto de otro cuarto aun más amplio; nadie le podrá hacer daño, piensa y se estira desnuda, parada descalza sobre las tablas no cubiertas del piso, la atmósfera es densa, el empapelado del fondo, sobre la bañera, es índigo, es un espiral de manchas, el dibujo de un universo sucio gobernado por los malos auspicios, hacia donde ella marcha expuesta a la mirada del ausente que ha comenzado a tensar las cuerdas.
El momento de la gracia que la inmortaliza anónima no es otro sino aquel donde se encuentra muerta de miedo tal vez. Expuesta, con sus flancos al aire y su pie sobre la porcelana estropeada del interior de la bañera, el instante en que ha pasado una de sus piernas sobre el quicio de la tina, pasmada por el asombro de un baño sin agua; ella se agita de nuevo, el ritmo de su respiración cabalga y todos desde el salón del museo sentimos el latido de su corazón expuesto en la escena del crimen, vulnerable ante la mirada asesina que extiende sus cuerdas y recorre su cuerpo, lo roza con la ansiedad contenida del pintor serial, la parte interior del muslo, las caderas, los pechos dados a resistir la atracción del centro de la tierra, el cuello largo y la cara mínima y disipada, cubierta por las ondas de su cabellera, su rostro invisible sólo delata un rasgo, la composición del instante de perplejidad donde ha quedado atrapada, entre una acción y la otra antes de sentir la cuerda invisible del piano resbalar del mentón a la garganta. Muerta de miedo tal vez, en una cadena de eventos que repetirán todos los baños y todos los cuerpos, se convierte en otra de las escenas de un cuadro de Degas.
Estimada Adriana: Una vez más, gracias por compartir y darnos a conocer a los talentos hispanohablantes. Con aprecio, Chente.
ResponderEliminar¡Gracias, Adriana!
ResponderEliminarExcelente texto de Israel. Una magnífica variación literaria sobre una serie pictórica que levantó no pocos escozores entre los críticos de la época. Gracias, Adriana.
ResponderEliminar¡Gracias a ustedes, don Chente, Mabel y profe Jerónimo, por sus lecturas y comentarios! Es un verdadero gusto saber que este gran texto (a pesar de sus pocas líneas) les ha gustado, y que semana a semana puedo encontrarlos en esta maravillosa ventana que es mi blog. ¡Hasta el próximo cuento y/o crónica!
ResponderEliminarMás que una escena del crimen, es la descripción de la atmósfera de una mujer sola luchando por su vida. La vida que está en vilo por el asesino.
ResponderEliminarsólo me es posible definir al cuento como extraordinario. los adjetivos restantes con los cuales lo califico son sinónimos... ¡gracias por compartirlo Adriana; gracias a Israel por cederlo.
ResponderEliminar¡Gracias por sus lecturas y comentarios, Vanessa y Milagros! Me alegra muchísimo que este cuento haya sido de su agrado. Es un gran cuento, sin duda, y es un honor poder compartirlo en este espacio. ¡Gracias, por supuesto, al promotor cultural, docente y escritor venezolano Israel Centeno, por su generosidad al permitirme publicar aquí este texto! ¡Hasta la próxima lectura!
ResponderEliminarLa brevedad en un historia como esta muestra la calidad de la pluma del autor. No había tenido ocasión de leer algo de Israel Centeno, pero sí puedo decir que me he quedado con muchas ganas de leer más. Gracias Adriana e Israel por tan buena elección.
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