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lunes, 31 de diciembre de 2018

LA PASCUA DE LOS PÁJAROS – Gabriela Mistral

Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, conocida en el mundo de la literatura como Gabriela Mistral (Vicuña, 1889 – Nueva York, 1957). Educadora, diplomática y escritora chilena. Desarrolló una intensa actividad docente en escuelas de toda la geografía chilena y participó de la Reforma Educativa de México; su actividad diplomática la llevó a diversos países de América y Europa, y es considerada como una de las poetisas latinoamericanas más importantes del siglo XX. Sus escritos aparecieron, inicialmente, como colaboraciones en publicaciones literarias tales como El Coquimbo, Penumbras de La Serena y La Voz de Elqui, de Vicuña. Posteriormente colaboró también con la revista Elegancias, dirigida desde París por Rubén Darío. Publicó los libros Desolación (1922); Lecturas para mujeres (1923); Las mejores poesías (1923); Ternura (1924); Tala (1938); Los sonetos de la muerte y otros poemas elegíacos (1952) y Lagar (1954), entre otros. Cuenta, además, con diversas publicaciones póstumas. Fue galardonada con el Premio Nacional de Poesía de Chile (1914), por Sonetos de la muerte; el Premio Nobel de Literatura (1945); el Premio Serra de las Américas (1950) y el Premio Nacional de Literatura de Chile (1951), así como con varios doctorados Honoris Causa. Su obra ha sido traducida al inglés, francés, italiano, alemán y sueco. El texto que aquí les presento forma parte del libro póstumo Cuenta - Mundo (1993), volumen que reúne escritos en prosa de la autora, compilados por Jaime Quezada.



LA PASCUA DE LOS PÁJAROS

Hebras para el nido

Caràtula de: Cuenta - Mundo (Editorial Universitaria, Chile - 2004), de Gabriela Mistral
LOS NIÑOS DE allende el mar, los pequeños de Francia y España, ven que Noel va hacia sus pueblos caminando bajo las mariposas de la nevada: Noche Buena es para ellos noche de invierno.

Los árboles han perdido la donosura del follaje; la tierra sobre la cual camina se extiende enharinada y yerta, y él mismo llega con las barbas escarchadas: cada cabello una estalactita...

En la Noche Buena de mi cuento, Noel va camino de la ciudad, apresuradamente, curvado por la carga de juguetes. El que marcha a su lado es joven y de fina silueta; la boca que charla al barbudo es la misma de las parábolas.

Ya cerca de la ciudad se separan, y Noel dice:

—Maestro, fuera mejor ir conmigo al poblado y obsequiar a los niños.

Y Él:

—También los pájaros son niños, criaturas de alegría, y es bueno que conozcan que ésta es para ellos, como para los hombres, la noche de la ternura.

Noel arguye todavía:

—Los encontrarás dormidos.

Y Jesús:

—Mejor; en la oscuridad, mi caridad cobrará más dulzura.

Con esto se separan, y Jesús tuerce el rumbo al bosque próximo.

Mancha éste en una gran extensión la blandura del llano. Aunque está muerto, insensible de nieve y de amargura, ha sentido la presencia de Jesús: su oscuridad la advierte como una llama pálida que pasa entre los troncos: su suelo aterido, como la tibieza del sol: sus árboles como un caudaloso ascender de la savia por sus médulas secas.

¡Sabe el bosque quién es Aquel que va por sus caminos!

Son apretados y oscurecidos de maraña estos caminos del bosque, propicios a la serpiente ladina y al esquivo ciervo, de ágiles piernas y piel manchada. No importa: la mirada de Jesús, como una doble cinta luminosa, rasga con suavidad la sombra.

Se para junto a los grandes árboles y empinado hasta alcanzarlos, explora la apretadura de ramas secas, hurga anhelosamente, hunde su mano en el rebelde enredo y la saca luego rasguñada y vacía.

Es al pájaro a quien busca, su sedosa ala dormida que no aparece. Palpa con ansiedad el duro cuerpo del árbol, hasta la copa muerta, y, por fin, se aparta desengañado y triste. Que no hay ninguno le dice el perfecto silencio del bosque. Ya hubiera volado azoradamente en la oscuridad el que estuviera dormido en los contornos.

¡Ninguno! Menos codiciosos que los niños de la ciudad, estos niños de la rama no han colgado en ella un zapatito abierto...

Entonces los grillos, los chismosos del bosque, saliendo a grandes saltos al camino, informan a Jesús en su lengua áspera.

—Os lo diremos, Señor. Los pocos que quedaron tienen agarrotadas de frío las patitas, y de saltarines que eran, se han tornado quietos; de ahí que no se azoren al sentirte. Los otros, los más, de larga ala viril, pasaron el Mediterráneo, azul como una turquesa, en busca de la tierra cálida que enardece el trino.

Jesús escucha un momento y piensa:

—He de dejarles, sin embargo, una amorosa señal de mi paso en esta noche. La Primavera vendrá pronto, y cuando ellos retornen de la tierra cálida, la nieve habrá quemado los rastrojos y habrán las aguas lluvias arrastrado las hebras del suelo. Tejer el nido será entonces amarga labor.

Ahora, a la par que se interna, va colgando de cada gancho de encina y de álamo y de las chatas matujas inclinadas hacia el sendero, una desflecadura fina y luminosa: su cabellera.

En largas guedejas la desprende de la frente misma, junto al cuello, de las sienes suaves, sobre la que caen lánguidas y doradas.

Engarzadas en las ramas, las visten de gloria, como si una anticipada primavera hubiera venido hasta ellas en esta noche en que todos los prodigios se hacen posibles.

Y sigue internándose más, siempre más, mientras el alba tarda en llegar, y todo árbol queda enriquecido a su paso, sin que el río caudaloso merme sobre las espaldas, llevándolo aún bastante espeso para dejar vestidos todos los bosques de la tierra.

Las hebras rubias que los pájaros hallan esparcidas por todas partes a su regreso, son finas y fuertes, como los dedos de Jesús, y el nido sale de ellas delicado y viril, tejido sabiamente para el ala y para el huracán.

2 comentarios:

  1. Gracias por habernos traído a Gabriela Mistral. Personalmente me acerqué a su trabajo literario a través de Teresa de la Parra, grandes amigas. Gabriela acompañó a Teresa en momentos de reclusión en el Sanatorio de Leysin, en la parte francesa de los Alpes Suisos.
    La literatura de la Mistral expone un profundo feminismo, como visión personal, romántico es sus relatos

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  2. Por más que intento leer poemas o cuentos, no puedo, no me atrapan. Quiero pensar que esta literatura es como el buen vino y yo no tengo paladar para ello, soy ingeniero.

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