José Manuel Oortiz Soto (Jerécuaro, Guanajuato, 1965). Médico y escritor mexicano. Egresó de la UNAM como médico cirujano, con especialización en Pediatría y Cirugía Pediátrica. Ha publicado los libros de poesía Réplica de viaje (2006) y Ángeles de barro (2011); de minificción, Cuatro caminos (2014), Las metamorfosis de Diana/Fábulas para leer en el naufragio (2015) y Las historias de cada quien (2016) –de donde he tomado el texto que encontrarán más adelante-; antologa El libro de los seres no imaginarios. Minibichario (2012) y junto con Fernando Sánchez Clelo, Alebrije de palabras: Escritores mexicanos en breve (2013); participa en las antologías Cien fictimínimos. Microrrelatario de Ficticia (2012), I Antología Triple C Microrrelatos reunidos (Argentina, 2012), De antología, la logia del microrrelato (España, 2013) y Texturas linguales I. Antología de minificciones (2013), entre otras. Fue tallerista en la Marina de Ficticia y miembro del comité editorial de la revista especializada en microrrelato Internacional Microcuentista. Administra los blogs Ángeles de barro, Cuervos para tus ojos, Un pingüino rojo y coordina la Antología Virtual de Minificción Mexicana.
Cuento que se publica íntegramente, con la autorización de José Manuel Ortiz Soto.
MANOS DE ESTÓMAGO
Con amor para mi hija Ireri, ella sabe bien por qué
La primera vez que alguien le dijo «niña manos de estómago», le pareció gracioso. Entonces era muy pequeña y, por accidente, había roto un juguete de su hermana. Alejandra nada sabía de anatomía humana o animal, pero le sobraba imaginación para verse con otro par de manos en la panza. Cuando iba al circo o al teatro, las oía aplaudir; si al caminar tropezaba, una fuerza emanada desde sus entrañas trataba de evitar la caída. Durante las comidas creía verlas, canto con canto, haciendo un cuenco para recibir en él los alimentos. Otras veces, cuando no tenía apetito, las manos entrelazaban sus dedos y se negaban a comer. Si le dolía la panza suponía que sus manos de estómago estaban empuñadas, cerradas en su berrinche. Pero esta mañana, cuando sus dos manos principales, las torácicas, comenzaron a arquearse y a vomitar la cena, Alejandra cerró los ojos y no quiso imaginar nada, nada más.
Quedé con sabor a demasiado corto
ResponderEliminar¡Maravilloso!
ResponderEliminarLa sucesión de los hechos mantienen el interés de esta minificción, por el viaje de Alejandra por esa imaginación prolifera propia. Gracias por esas historias de cada quien que invitan a leer el libro.
Estimada amiga, gracias por compartir y mantenernos al tanto de la letras latinoamericanas. Un abrazote, Chente.
ResponderEliminarBuenas amigo quién me dijo aplica de que se viene tratando el cuento
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