Sandra Concepción Velasco (La Paz, 1979). Escritora boliviana. Cursó sus estudios primarios en el Colegio Santa Ana, y la licenciatura en administración de empresas en la Universidad Católica Boliviana. Se desempeñó como periodista de investigación económica en Bolivian Business desde el año 2003 hasta el 2005. También ha desarrollado actividades como Administradora de Arte Digital, publicista, y pintora digital, realizando producción de trabajos de storyboard para empresas fílmicas nacionales e internacionales. Ha ejercido la Dirección Creativa en Aura Productora Cultural, y forma parte del Colectivo Lengua de Urucú. Ha publicado los libros Por Palabras Concebida (poemario, 2018); y Mudanza (Microcuentos, 2019). Además, textos suyos han sido incluidos en volúmenes como la Antología Iberoamericana de Microcuentos (2018); Antología de escritoras cruceñas (2019); Antología de cuentos del 3er encuentro de Microficción, compilada por Homero Carvalho Oliva (2019); así como en las revistas Plesiosaurio (2018), y Tardes Amarillas (2018). El texto que leerán a continuación es un cuento inédito.
Cuento que se publica íntegramente, con la autorización de Sandra Concepción Velasco
TRANSMUTACIÓN
Provengo de un pueblo de hombres con mirada lejana y mujeres adoradoras de la luna. Los pies de mis antepasados viajaban constantemente, despertaban antes que el sol, pedían permiso para cazar y perdón por arrancar la vida. Armaban cabañas y en el segundo invierno dejaban que la selva devore todo, su mudanza la realizaban cuando la estrella de la mañana los observaba.
Mi pueblo no tiene nombre, lo sagrado no se nombra, dicen, yo lo entendí el día de la crecida del río.
Cada nuevo ciclo los ríos se desbordan, las aguas bautizan con caos. Miro mí pasado de frente y recuerdo que había terminado de cambiar mis dientes de la primera etapa de mi vida, cuando las aguas se encolerizaron y arrasaron con una fuerza impresionante la vida terrestre, aún puedo escuchar el agua como un ejército de jochis gigantes pisoteando todo a su paso.
Subimos a los árboles, pero la corriente era una mazamorra café con colmillos que despedazaban con furia, perdí de vista a mi madre, mis hermanos estaban regados como semillas, mi gente era arrastrada como hojas, dejaron de ser dueños de su cuerpo y se unieron al turbión. Desperté en la parte alta del monte, el río aún seguía embravecido, pero su hermano viento ya estaba en calma. Atontado silbaba llamando a mis queridos y nadie contestaba.
Me senté y lloré, mis lágrimas saladas rodaron, mojé la tierra y nadie me contestó; miré el cielo, las nubes no escucharon mi clamor, mi boca se llenó de desamparo y silbé tan fuerte que mis pulmones casi explotan. Un pájaro de vivos colores se apiadó de mí, me habló sobre el temperamento de los vientos y el agua, me contó sobre sus luchas ancestrales. Pasó muchos días a mi lado hasta que las aguas bajaron, me trajo guineos, manga verde, pachío y papaya. Me sentí en deuda, le rogué que me pidiera algo, no importaba si era inmenso o diminuto, finito o infinito, simple o complejo, quería pagar mi deuda. El pájaro agradecido me dijo que me comunicaría su pedido cuando las flores de limón aparecieran en el mundo de los terrestres.
Me sentí tranquilo, nos despedimos; quería buscar a mi gente, estaba desesperado y temía perderme a mí mismo si no encontraba a mis iguales.
Caminé por el monte sin rumbo, llegué a despedirme del sol por muchos días, la espesura de la vorágine no me dejaba contemplar el cielo, me alimenté de raíces y al final de muchos días y noches llegué a un asentamiento de gente igual, pero diferente a mí. Me acogieron y pude dormir noches completas sin preocuparme. Me acostumbré a mi nuevo hogar, en algunos crepúsculos suspiraba por mi anterior vida, pero al salir de cacería ocupaba toda mi energía para proveer al clan como es costumbre de los hombres, algunas veces recogía plumas, maderas interesantes para tallar, contemplaba el horizonte por muchas horas, como lo hacía mi padre, mi abuelo y el padre de mi abuelo.
Un día alcé mis ojos y vi que los árboles de limón de los senderos estaban cargados de una bella flor blanca y pequeña. Recordé la promesa al ave y esperé paciente su regreso.
En la primera luna llena se me apareció en sueño, me dijo su nombre, pero como es un trinar, no tiene traducción al lenguaje humano. Me mostró sus cielos, visité las copas de los árboles, pude ver a mi aldea engullida por el monte, busqué a mi gente y no los encontré. Pude observar el río meditando en paz, tranquilo, su cuerpo dibujaba una serpiente dormida en la espesura de la tierra verde. Cuando mi amigo pájaro sintió que mi corazón se había calmado me narró la tristeza de su vida, comprendí que ambos deseábamos lo imposible.
Esto me contó mi amigo pájaro sobre su aflicción:
En el día que se hizo noche y luego volvió a ser día, los animales del monte se volvieron locos como los humanos. En ese momento estaba posado en una rama, tranquilo, había comido suficiente fruta y descansaba sin preocupación. En un instante la noche fue cayendo, algunos hermanos de otras especies estaban confundidos, posé mis ojos al cielo y vi un anillo amarillo como cuando cae un fruto al agua y se forma un círculo, pensé que algo había quebrado la paz del cielo. En ese instante un rayo de sol saltó del manantial, nunca había visto un ser que volara con tanta gracia, se perdió por un instante en las aguas, justo cuando la noche que no era noche se posó, volvió a resurgir cuando empezó a clarear. Quise escapar pero choqué con ese ser que volaba desde el agua, me hundí junto a su cuerpo vestido de sol, luego ambos salimos del agua en una coreografía que parecía un vuelo. Por alguna razón podemos comunicarnos desde entonces. Ella es un pez dorado yo un pájaro arcoíris.
Esa es mi triste pena amigo humano, mi cuerpo no puede vivir en el agua, ella no puede nadar en el cielo celeste. Nos vemos cada amanecer, le hablo de los vientos, ella me cuenta sobre las corrientes, nuestro amor es clandestino.
El dolor de mi amigo pájaro lo viví, me sentí enfermo, pensé que moriría, pero se mezclaba con otra energía que tenía vida propia, entonces conocí el amor. Recordé que mis antepasados decían que lo sagrado no podía nombrarse, no encontraba una palabra que contenga todo ese sentir. Recordé mi promesa y le dije: ¡Aquí estoy hermano! Dime qué puedo hacer y lo haré, ha florecido el limonero, es el tiempo de pagar mi deuda. Calló su voz en mí, caminé adentrándome al monte, sobrevolaba por encima de mi cabeza, cuando lo vio conveniente, volví a sentir su presencia en mi pecho y me dijo: Queremos vivir en ti, es la única manera para poder estar juntos, moriremos a nuestro cuerpo físico y moraremos en el tuyo. Solo si estás de acuerdo.
Acepté. Faltaban pocas horas para que desaparezca el sol, decidí retornar a la aldea. Mientras caminaba me daba las instrucciones para el ritual. –Debes seguir los pasos a cabalidad, cuando comiences no podrás parar: Primero ayunarás por 7 días, puedes beber agua, pero nada sólido debe ingresar a tu cuerpo. Al final sentirás que mueres, debes buscar un refugio en el monte para que nadie te vea. Luego yo me presentaré y deberás cazarme, comerás sólo mi corazón. Descansarás 7 días y vivirás la vida de los humanos, en ese lapso yo te hablaré desde el corazón, ese día debes partir a buscar a pez dorado, ella te estará esperando para que la pesques, te alimentarás de su carne, en el lapso de 7 días no beberás nada líquido, ni nada que contenga agua. Yo callaré mi voz para que ella nade en tu alma. Cuando sientas su espíritu y veas lo que los humanos no pueden ver, sabrás que ella vive en ti.
En todo este lapso, no puedes hablar con tus iguales, callarás tu voz y te escucharás por dentro.
Seguí celosamente todas las indicaciones.
Morí y reviví.
Reviví y Morí.
Y volví a nacer, ahora soy Tiri, el chamán de la tribu.
Hermoso cuento parece un mito. Gracias
ResponderEliminarGracias Federico, abrazos cósmicos.
EliminarLindísimo. Enorme sensibilidad para ahondar en los mitos y generar uno nuevo.
ResponderEliminarAbrazos querido Andrés, gracias por tus bellas palabras.
EliminarDe una belleza total...
ResponderEliminarMa. Verónica se llena mi alma de alegría
EliminarFantástico! La naturaleza inmersa en el alma humana,escurridiza y silente; presente,viva en la escritura de Sandra.
ResponderEliminarAbrazos de trinos Ulises
EliminarLa imaginacion hace derroche en cada instancia del cuento con armonía y lucidez.
ResponderEliminarGracias Orlando, hermosa apreciación.
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