Karla Gabriela Barajas Ramos (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 1982). Periodista y escritora mexicana. Ha publicado Valentina y su amigo pegacuandopuedes (2016); La noche de los muertitos malvivientes (2016); Neurosis de los bichos (2017); Esta es mi naturaleza (2018) y Cuentos desde la ceiba (2019) –volumen del que he tomado el cuento que encontrarán más adelante-. Textos suyos han sido incluidos en las antologías Cuéntame un blues. Antología de Minificciones (2013); Cortocircuito. Fusiones en la minificción (2017) y Resonancias (2019). Además, ha colaborado con diversas páginas, revistas y periódicos tales como Antología Virtual de minificción (coordinada por José Manuel Ortiz Soto); Plesiosaurio. Primera revista de ficción breve (Perú); Imaginario Fantástico, Revista Fantastique (México); Alquimia Literaria (España); Revista Brevilla (Chile); Argonauta. Revista Cultural del Bajío (México), L'Union des liseuses (Francia); y Revista íkaro (Costa Rica).
Cuento que se publica íntegramente, con la autorización de Karla Barajas.
ADAPTACIÓN DE LA HISTORIA
I
La bruja de mar le transformó la cola de pez en piernas a cambio de su voz, pero si lograba en tres días que el príncipe le diera un beso de amor verdadero volvería a hablar y sería libre, de lo contrario se convertiría en su esclava.
La sirena entregó la voz, teniendo como plan secreto el lenguaje que se logra a través de las manos, el cuerpo y los gestos. Así que desde la primera noche a solas en el castillo con el príncipe Erick, la sirena lo enamoró con el lenguaje de señas.
II
Al margen del deterioro psicológico y espiritual que implica vivir juntos para siempre, a la Princesa de los cuentos le molestaba lo inverosímil de la eternidad.
Educadamente pidió al libro abriera sus páginas para que ella pudiera vivir en el mundo algunos años y recurriera a los finales abiertos o de atmósfera en su ausencia. Este se negó e intentó espantarla con comentarios desalentadores sobre la muerte: Si sales de este libro envejecerás y morirás.
La Princesa le disparó. Saltó libre hacia el bosque a morir algún día.
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