Silvina Noemí Rufino Cortés (San Ramón de la Nueva Orán, Salta, Argentina, 1958). Narradora argentina. Desde muy joven estuvo vinculada a proyectos educativos. Participó, en 1972, de la Comisión estudiantil “pro facultad Orán” que terminó un año después con la creación de una Sede Regional de la Universidad Nacional de Salta. En 1982 se graduó como Profesora en Letras. En 1989 fue co-fundadora del Colegio María del Rosario, institución educativa de la que actualmente es Representante legal. Se desempeñó como docente en establecimientos educativos y los acompañó también, durante ocho años, desde el rol de Supervisora de Educación Secundaria en el Departamento de Orán. Visitó diferentes instituciones educativas en el ciclo “los autores van a la escuela” en el marco de la Semana de lectura; y participó en el Plan Provincial Lectura Salta del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología en el ciclo “A toda literatura” con la lectura de textos de sus libros. Ha publicado los libros Cuentos no tan cuentos (1997); Retrato de un cuerpo. La Travesía de Ana T (novela, 2021) y Corazón adentro (cuentos, 2021) –al cual pertenece el texto que leerán a continuación-. Además, fue incluida en la antología internacional 175 Relatos de Escritoras latinoamericanas (Colombia, 2021), compilada por Alfredo Madrid y publicada por Elipsis Editores. Obtuvo, entre otros reconocimientos, el Tercer Premio del Certamen Literario Aldo Pedro Alessandri, otorgado por el Círculo Literario Bartolomé Mitre en Azul (Buenos Aires, 1995) y el Primer Premio en la categoría cuento en el Certamen literario internacional organizado por la revista Obstinada palabra de Bahía blanca (Buenos Aires, 1996). En la actualidad, participa activamente en proyectos de promoción de la lectura y difusión de las letras
Cuento que se publica íntegramente, con la autorización de Silvina Rufino
ELISA
Elisa habitaba en la magia del fondo de la casa. Había nacido sordomuda pero entendía el idioma del universo, se comunicaba con los pájaros, las flores y los árboles. Su bocio prominente le daba un extraño aspecto. Tenía grandes ojos grises que parecían atesorar un mundo inasequible.
En la época de sus mayores, si se tenía un hijo diferente, se lo ocultaba a la sociedad. Así, Elisa vivió en la trastienda de la vida hasta que murieron sus progenitores y hermanos y quedó al cuidado de su sobrino Augusto, nuestro padre.
Junto con Elisa también se heredó la casa de los ancestros, en la que ella habitó por siempre. Vivió en una casita construida a continuación de una pequeña plantación de bananos, que fue el paraíso de juegos de los niños de la familia y el vecindario. Bajo la sombra del mango cosía muñecas de trapo para su predilecta, la mayor de sus sobrinas nietas. Su aguja incesante iba y venía creando personajes de otros mundos, tenían rostros singulares, pero mi hermana Delita los veía hermosos y les daba un nombre a cada uno; tenía más de cien y jamás los confundía. En su afán de costurera, a Elisa no le duraban los vestidos nuevos, a los dos días de recibirlos los convertía en retazos para fabricar esa exótica muchedumbre de trapo.
Los mellizos, nuestros hermanos del medio, le enseñaron a decir malas palabras, y cada vez que Elisa lograba articular alguna, festejaban con aplausos, ella celebraba a carcajadas su hazaña.
Los niños del barrio solían ir a jugar a ese corazón de la manzana que por lo amplio, era el lugar ideal para cobijar la infancia. Estaban convencidos que en el bocio de Elisa había una cabeza de un niño malo, pues observaban que, a pesar de ser sorda, percibía si alguien hostigaba a uno de sus cuatro sobrinos nietos, entonces lanzaba quejidos guturales, que por lo incomprensibles resultaban aterradores.
Intuía antes de que llegaran los primeros nubarrones que cambiaría el tiempo, entonces guardaba la mesita plegable y la reposera que usaba para tomar mate o coser. Por ese gesto, los chicos comprendíamos que venía tormenta, pero no siempre corríamos a refugiarnos. Las lluvias tropicales de la infancia eran una fiesta de chapoteos en los charcos de agua. Correr bajo esos aguaceros torrenciales y confundir las risas con el ruido del agua era prodigioso, nuestra pequeñez se confundía con el vaivén de las plantas alborozadas por el regalo de la naturaleza. Cuando la lluvia se calmaba, el olor a tierra mojada penetraba con su frescura por todos los rincones de nuestro pequeño universo.
En ese extenso predio éramos héroes y villanos, bandidos y policías, princesas encantadas y brujas perversas. Elisa era cómplice y testigo de todos nuestros juegos; si alguien se lastimaba, alertaba a los mayores con sus sonoras interjecciones y sus brazos batiéndose como alas desplegadas. Era, sin dudas, nuestra reina de melena plateada y batones estampados, la reina de los pies desnudos que no soportaba calzado alguno y que nosotros, a escondidas imitábamos para sentirnos tan libres como ella. Una reina sin palabras, pero sabia, única y eterna.
Un día, la encontramos tendida bajo el follaje del bananal, respiraba trabajosamente, en sus ojos se había adentrado el cielo del atardecer. Los niños enmudecimos, como ella, pero de dolor y asombro. Una ambulancia se la llevó al hospital, su estado era grave. Los días posteriores, nuestros padres nos llevaron a visitarla, entramos de puntas de pie a una habitación larga y blanca. Pasamos nuestras manos con suavidad por sus hinchados y amarillentos dedos, ella nos miró con esa habitual mansedumbre que tenía mucho de tristeza, y sonrió. Fue la última vez que la vimos. Cuando nos dijeron que había partido, mi hermana mayor enfermó de pena. Por largos meses el desconsuelo se adueñó de nosotros, pero con el tiempo comprendimos que las hadas nunca mueren.
La sentíamos entre los árboles y los pájaros, con sus alas más desplegadas que nunca, en absoluta libertad surcando mundos diversos. Ahí estaba, esperándonos cada siesta para seguir poblando de magia la infancia.
El terminar la lectura, tuve el impulso de releerla... ya que Elisa me trajo a la memoria a Elvira... mi vecina, que vivia frenta a casa de mis padres, una infancia rodeado de fantasias y ensueños junto a Elvira que cumplió con el periplo de Elisa...
ResponderEliminarGracias Silvina por permitirnos traer a la memoria con tus escritos eso bellos recuerdos de infancia que con tus textos vuelven a cobrar vida de una forma fantástica...
Muchas gracias.
¡Qué lindo que Elisa te recuerde a Elvira y te haya despertado recuerdos de infancia! Gracias por compartir tu vivencia Jorge
EliminarElisa es parte de un gran universo de nostalgia, categorizada en episodios de la memoria que nos remite a experimentar sensaciones que no siempre la palabra puede lograr, como el tacto, los olores. Elisa nos permite transitar por tiempos donde muchos de nosotros quisiéramos sentir nuevamente. Y volver a los tiempos, físicamente es imposible, pero para la memoria nada lo es. Y a propósito Borges decía: "Cuando uno extraña un lugar, lo que realmente extraña es la época que corresponde a ese lugar; no se extrañan los sitios, sino los tiempos".
ResponderEliminarGracias, Silvina. Gracias por abrir puertas con tus letras.
¡Gracias por tu valioso aporte Miguel! Un placer compartir el amor por las letras con vos.
Eliminar¡Qué conmovedor y hermoso cuento!
ResponderEliminar¡Gracias por leerme Ligia!
EliminarHERMOSO, PROFUNDO, CONMOVEDOR, LLENO DE LA MÁS HERMOSA POESÍA QUE NOS DEPARA LA COSA PEQUEÑA, LO APARENTEMENTE INTRASCENDENTE Y QUE SIEMPRE LO IMPORTANTE
ResponderEliminar¡Me honran tus generosas apreciaciones Oscar! Gracias por tus palabras
EliminarFelicitaciones querida Silvina. Hermoso cuento. Destaco el lenguaje y la temática pues muestras la belleza muchas veces invisibilizada por prejuicios y es evidente tu respeto a la diversidad.
ResponderEliminar¡Muchas gracias por tus palabras querida Alicia! Es hermoso coincidir en el sentir en este apasionante camino de las letras
ResponderEliminarGracias Silvina por compartir la magia de tu rica escritura!Desde la primera oración nos invitas a entrar a este mundo del realismo mágico donde Elisa, con su singular modo de ser, se transforma en esa tia hada entrañable e imborrable de nuestra infancia que todos y todas tuvimos o que hubieramos querido haber tenido la oportunidad de que fuera parte de nuestra historia..Gracias!
ResponderEliminar¡Gracias a todos y todas por sus lecturas y por sus hermosos comentarios! Y, por supuesto, gracias a Silvina por permitirme dar a conocer este gran texto en este espacio, que es justamente para visibilizar estos tesoros de las letras latinoamericanas. Yo también disfruté mucho leer la historia de Elisa. ¡Saludos y cariños!
ResponderEliminarBello cuento, me remontó a mi infancia.
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