Francisca Ernestina Moya Luna –conocida como Nellie Campobello- (Villa Ocampo, Durango, 1900 - Progreso de Obregón, Hidalgo, 1986). Coreógrafa y escritora mexicana. Fue una destacada coreógrafa y una de las precursoras del ballet en su país. En el ámbito literario, es considerada la primera narradora moderna del siglo XX mexicano. Su bibliografía incluye los libros ¡Yo! (poesía, 1928); Cartucho, relatos de la lucha en el norte de México (cuento, 1931) –donde aparece el texto que encontrarán seguidamente-; Las manos de mamá (cuento, 1937); Apuntes sobre la vida militar de Francisco Villa (crónica, 1940); Ritmos indígenas de México (en coautoría con su hermana, Gloria Campobello, 1940); Tres poemas (1957) y Mis libros (recopilación personal de obras, 1960).
EL FUSILADO SIN BALAS
Catarino Acosta se vestía de negro y el tejano echado para atrás; todas las tardes pasaba por la casa, saludaba a Mamá ladeándose el sombrero con la mano izquierda y siempre hacía una sonrisita que, debajo de su bigote negro, parecía tímida. Había sido coronel de Tomás Urbina allá en Las Nieves. Hoy estaba retirado y tenía siete hijos, su esposa era Josefita Rubio de Villa Ocampo.
Gudelio Uribe, enemigo personal de Catarino, lo hizo su prisionero, lo montó en una mula y lo paseó en las calles del Parral. Traía las orejas cortadas y, prendidas de un pedacito, le colgaban; Gudelio era especialista en cortar orejas a las gentes. Por muchas heridas en las costillas le chorreaba sangre. En medio de cuatro militares, a caballo, lo llevaban. Cuando querían que corriera la mula, nada más le picaban a Catarino las costillas con el marrazo. Él no decía nada, su cara borrada de gesto, era lejana; Mamá lo bendijo y lloró de pena al verlo pasar.
Después de martirizarlo mucho, lo llevaron con el güero Uribe. «Aquí lo tiene, mi General —dijeron los militares—, ya nada más tiene media vida,» Dicen que el güero le recordó ciertas cosas de Durango, tratándolo muy duro. Entonces dijo Uribe que no quería gastar ni una bala para hacerlo morir. Le quitaron los zapatos y lo metieron por en medio de la vía, con orden de que corrieran los soldados junto con él y que lo dejaran hasta que cayera muerto. Nadie podía acercarse a él ni usar una bala en su favor; había orden de fusilar al que quisiera hacer esta muestra de simpatía. Catarino Acosta duró tirado ocho días. Ya estaba comido por los cuervos cuando pudieron levantar sus restos.
Cuando Villa llegó, Uribe y demás generales habían salido huyendo de Parral.
Fue un fusilado sin balas.
Lo bueno si breve, dos veces bueno. Me hace recordar a Los de abajo, de Mariano Azuela. Una novela ambientada en la época de la Revolución mexicana. Gran cuento.
ResponderEliminar¡Hola, Eduardo, gracias por tu lectura y por tu comentario! Sí, efectivamente es un gran cuento, y buena parte de su riqueza es, justamente, su brevedad. De hecho, todo el libro al que pertenece es muy recomendable. ¡Hasta la próxima lectura!
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